Es increíble lo complicado que es el ser humano. Encuentras una chica guapa, que te gusta y que además es simpática, vamos que lo tiene todo. Y sin embargo, el cerebro juega malas pasadas y terminas pensando en esa otra, la que no está contigo. Esa que te gusta pero que acabas de ver liándose con un colega. No tiene nada que ver con el amor ni nada de eso, pero el clavo sigue ahí. Entonces, ¿qué pasa?
Lo que pasa es que somos caprichosos. Quizá estoy universalizando esto. Quizá el único caprichoso aquí soy yo. Ahora sólo puedo pensar en su mirada esquiva, una mirada de ojos tristes, mientras miro incesante el móvil sin atreverme a marcar su número.
Y es que aunque a mi me de por poemas de esos agarraos, ella nunca amanece acompañada.