On the road to home

15 03 2010

La mañana siguiente me desperté en la estación de Cheyenne. Tenía un fuerte dolor de cabeza y Montana Slim había desaparecido. A Montana, supongo. Tampoco me importaba. Lo que quería, lo que necesitaba era lanzarme de nuevo a la ardiente carretera y alcanzar pronto Nueva York.  Necesitaba descansar de Dean y sus locuras. El viejo Dean Moriarty.

Me subí en el primer autobús que se dirigiera a mi añorado Este. Me senté junto a una chica morena que no apartó la mirada de la suciedad del suelo mientras me dejaba pasar al asiento de la ventanilla. Al poco rato dormitaba  profundamente. Yo me puse a leer un libro que había robado en Frisco. Confiaba en engañar al hambre que me atenazaba el estómago aunque tampoco tenía muchas esperanzas. Al rato, ignoré el libro y disfrute del árido paisaje que poco a poco íbamos abandonando. Increíble.

– ¿Quién es? – escuché a mi lado. La morena se había despertado y señalaba mi regazo. Me di cuenta de que había dejado el libro abierto sobre mis rodillas, con la foto que utilizaba de marcapáginas a plena vista.

Era una vieja fotografía en la que aparecíamos Lucille y yo. Había sido sacada en invierno, quizá por Carlo Marx o Remi Boncoeur, en uno de esos mágicos días de nieve de Nueva York. Lucille estaba preciosa con su gorro de lana.

Estaba pensando en esas cosas, en esos tiempos, cuando recordé la pregunta de la chica de al lado.

– Una antigua novía de Nueva York.

– ¿Vas a verla?

– No creo que tenga ninguna gana de verme.

– Entonces te dejó ella, ¿no? Los hombres podéis ser realmente sentimentales – cerró los ojos un momento y suspiró. – y realmente estúpidos.

No me atreví a replicarle. Tras unos segundos, se sentó cómodamente (todo lo cómodamente que se podía sentar alguien esos asientos desvencijados) y me miró.

– Vamos, Paradise, cuéntame tus excusas.

Me pregunté como podía saber mi nombre. Pronto recordé que lo llevaba bordado en mi viejo macuto militar. Las precauciones de mi tía me habían costado más de una broma en el frente.

Le hablé de mis aventuras en el Oeste. De las locuras de Dean, el ángel pordiosero, de nuestras conversaciones aliñadas con whiskey, de la puta de Marylou y de como me la había jugado en Frisco, de Ed Dunkel y Gallatea, la extraña pareja…  Hablé tanto que los demás pasajeros me empezaron a regalar miradas de odio ya que les impedía dormir. Finalmente, con un hilo de voz, le hablé de la chica de la foto, de Lucille. De lo extraño que se había vuelto todo.

De pronto me di cuenta de que no había cerrado la boca durante hora y me callé. Ella asintió y se dio la vuelta.

– Abrázame.

Le pasé el brazo por la cintura y me acerqué a ella. No había nada sexual o sentimental en esa situación. Simplemente tenía frío.

-Eres idiota – susurró justo antes de dormirse de nuevo. Yo permanecí despierto y sin moverme. Me encantaba como olía su pelo. Se despertó unos kilómetros antes de que el cansado conductor anunciase su parada. Ninguno de los dos dijo nada, no queríamos estropear el momento.

-Paradise, espero que encuentres lo que estás buscando. Cuídate.

Respondí con una sonrisa triste mientras ella se ponía su abrigo largo. Bajó al andén y echó a andar sin mirar ni un segundo atrás. Me percaté de que ni siquiera me había dicho su nombre mientras que ella conocía toda mi vida. Era un fantasma. Un enigma. ¿La conciencia en si misma?

Finalmente, me dormí. Y, horas más tarde, cuando las luces de Nueva York me despertaron, me sentí totalemente triste. Entonces, fue cuando comprendí que lo importante del viaje no es el destino, si no el trayecto.

Jack Kerouac, Mentiras y olvidos.





De nuevo a Madrid

2 04 2009

Pues sí, mañana a Madrid. Soy así de original y viajo al destino de siempre. Me llevo de recuerdo la espicha de hoy, de la que os dejo una foto porque me sale de los mismísimos.

¡Hasta el domigo!





Noviembre en Madrid

24 11 2008

Fin de semana de Star Wars, cañas en sidrerías expatriadas, cena mejicana, de copas hasta altas horas, paseos por El Retiro, pies descalzos, mercados de libros, comidas en McDonals, exposiciones de Degas y Nicholas Nixon, unas cervezas en un bar ilegal, sorpresas en el rastro y de vuelta a Oviedo.

Hogar. Dulce hogar.





Madriz

20 11 2008

Madriz

Allá vamos.





Pongamos que hablo de Madrid IV

8 09 2008

Iba a titular esta entrada Madrid: Odisea Final pero no soy tan blogger para andar plagiando a Clarke sin tener remordientos de esos.

El objetivo de este texto sería terminar de contar el fin de semana en Madrid pero teniendo en cuenta el hecho de que estoy vago, voy a proponeros que os leais la primera entrega de la colección de abajo a arriba cambiando lomo por jamón y añadiendo un par de paseos por la Castellana en coche.

Resumiendo, que el domingo fue el viaje de vuelta y hay poco digno de mención. Así que para no dejarlo aquí me he sacado de la manga una pequeña reflexión sobre la capital del reino.

Bailando en el Patio del Palacio Real

Bailando en el Patio del Palacio Real

¿Qué me pareció Madrid? Una ciudad sucia, gris y triste; excesiva e innecesariamente acelerada. Como todas las cosas tiene sus aspectos positivos, al menos es mucho más amplia. Me explico, tiene tanto que ofrecer que nunca te aburres. Sí, he de reconocerlo. Me acostumbraría a vivir allí, a pesar de sufrir un montón la lejanía de mi tierra.

Extraña, dura, huraña y poco digna de confianza, peligrosa. Pero este invierno me pasaré por allí de nuevo, para ver sus desgastadas calles filtradas por el sol escarchado. Y a ver si esta vez me llevo acompañante.

Frente al Campo del Moro

Frente al Campo del Moro

¿Y lo mejor del viaje? Atravesar el largo Negrón, sacar la cabeza por la ventana para aspirar el verde aire, a pesar de ir por una autopista, y mojarme la cara con el l’orbayu perenne que nos caracteriza. Esas montañas plagadas de niebla me susurran al oido.

Bienvenido a casa.





Pongamos que hablo de Madrid III

5 09 2008

¿Quién dijo que las terceras partes eran malas? Ahí tenemos el ejemplo de Jungla de Cristal para rebatirlo. Pero vamos a lo que vamos.

¿Qué paso el sábado? Podemos considerarlo en día grande, básicamente por ser el único completo de todo el fin de semana. Siendo exhaustivos podemos dividir el día en 2.

Prácticamente toda la mañana la perdimos comprobando el zulo en el que se veía obligada a malvivir todo el año junto con otras dos personas. El aspecto positivo es que el piso está en una buena zona, cerca de Ciudad Universitaria, y asi puede ir andando a la Escuela. Además está a un paso del centro en metro.

Ya tuve oportunidad de conocer el suelo en el que tendré que extender mi esterilla para poder dormir. Eso o la calle.

Cuando nos quisimos dar cuenta nos habían dado las 2 y me percaté de que mi estómago gritaba enfurecido. Recordé que no había desayunado por culpa de mi hermana y sus tardanzas en el baño. Afortunadamente, encontramos asilo en un VIP’s cercano en el que me zampé unos nachos picantes y un filete criollo puramente argentino. Mientras conteníamos el asco ante un café repugnante nos dedicamos a sacarnos fotos con la Canon, desesperándonos intentando enseñar a mi madre a usar el objetivo.

Yo frente a los Jardines del Campo del Moro

Yo frente a los Jardines del Campo del Moro

Y ahora toca… habéis acertado. Paseíllo por Madrid, pasando por un montón de lugares interesantes. Aunque me quedaré con un par de paradas.

La primera es, por supuesto, el Palacio Real de Madrid. Nada de lo que ponga yo aquí servirá para describirlo, os serían mucho más útiles uno de los millares de libros que se han escrito sobre sus formas o, mejor aún, yendo a visitarlo cuando podáis.

Momento memorable cuando nos intentaron echar unos seguratas  porque se les hacía tarde y querían cerrar. Mis padres y una rojillas hicieron piña y se pusieron a echarles la bronca. Daban bastante miedo mientras gritaban.

Mi padre: Tu a mi no te pones chulo, ¡qué eres un segurata de mierda! ¡Yo he pagado por entrar!

¡Mi padre mola!

Tio Pepe

El Cartel más clásico de Madrid

Otro momento que quería destacar era la parada en el Congreso de los Diputados. Fue interesante ver donde se despilfarra tanto dinero al mes para pagar a semejantes vagos. Pero eso es otro tema.

Cenita en un Andalú, luego de fiesta con mi hermana y su novio. Aquí pude comprobar que los madrileños tienen una extraña forma de salir de sábado. ¡A todos los bares a los que fuimos nos sentamos! Quizás los raros seamos los asturianos, o que simplemente coincidieron así todos los bares.

Terminamos la fiesta en un bar de Chueca, en el que nos intentaron detener a los chicos porque era un bar de lesbianas. Menos mal que iba mi hermana y así, con una chica en el grupo, ya nos dejaron. Por cierto, me parece fatal que se tenga ese tipo de actitud nazi. No te dejo pasar porque eres hombre. Estuvimos a punto de montarles otra bronca a las porteras pero no era plan.

Una cervecita y cuando fui al baño hice amistad con unas lesbianas (que luego resultó que no lo eran), haciendo playback de una gaita (lo que hace el alcohol) y cantando el Asturias de Melendi. Tras ese bonito encuentro, de vuelta al hotel y a descansar.

Había sido un día muy largo.





Pongamos que hablo de Madrid II

3 09 2008

¿Por dónde iba? Ah, sí. Seguimos.

De golpe y porrazo llegamos al hotel. Por supuesto, guiados por el experto TomTom, intuición 0. Una ducha fresca para quitarnos las desavenencias del viaje y vuelta a salir. Me dejo la cámara en la habitación, quizás por accidente, quizás por no cargar con ella.

Pasito a pasito, nos plantamos en Fuencarral. Por si había alguna duda, estaba atestado y siendo Agosto. Seguía igual a como la recordaba, mediocre y sucia, como toda la ciudad. Pero esas valoraciones me las guardo para el final. Miro ropa, zapatos, unas botas interesantes para el invierno, que se quedaron en el estante porque eran «demasiado anchas y cuadradas». Sí, las comillas son las palabras de mi madre.

Cibeles

Cibeles

Y nos metemos por Chueca, mirando tiendas todo el día, cosas de ir con mujeres. Llegó un punto en que mi padre y yo optamos por esperar a las damas a las puertas de las tiendas mientras nos reíamos de las tribus urbanas que pululaban por allí. Fue interesante explicarle las «filosofías» de cada y su cara de incredúlidad ante mis conocimientos.

Padre: ¿Y eso que son?

Hijo: Emos.

Padre: ¿Emos?

Hijo: [Comentario descalificativo y soberanamente elaborado]

Padre: Menuda generación…

Finalmente, resultó que salimos de ese barrio con 3 camisetas frikis de Magokoro para mi. Fui el único que compre algo a pesar de ignorar la mayoría de las tiendas. De las camisetas ya tendréis noticias en un futuro, quizás les haga unos scans chulos.

Una cervecita por Chueca, que ya me hacía falta, mi lengua resaca había dicho basta mucho antes. Y volvimos sobre nuestros pasos para cenar en un italiano bastante chulo. Mentiría si dijese que fuimos directamente a ese restaurante. Primero nos dedicamos a recorrer unas 4 0 5 manzanas buscando un argentino en el que se suponía que habían cenado mis padres una vez. Yo con un hambre que me moría y mis padres a lo suyo.

Plaza Mayor

Plaza Mayor

Finalmente, me zampé un enorme plato de 3 tipos de pasta con salsa boloñesa y queso rallado. Riquísimo. En cuanto terminamos mi padre le entro su vena cómica-feliz y se dedicó a hacernos reir durante toda la noche. El momento culmen fue tomando algo en una terraza, después de los cafés de rigor.

Explico la situación, mi padre se había pedido una copa y, al venir ésta llena de hielos, sacó uno del vaso y jugueteó entre los dedos con la piedra. La camarera al verlo comentó:

-Es de agua, puede tirarlo al suelo.

A lo que mi padre respondió:

-Sí, lo sé. Es que me gusta hacer figuritas con ellos.

Sí, mi progenitor estaba de huevo, y la podre camarera teniendo que aguantarle sus tonterias… En fin, tras otro paseillo al hotel, nos metimos en las habitaciones, vi un poco de Shark y a dormir. Mañana sería otro día.

¿Mis conclusiones en ese día? Tenía que reconocer que, a pesar de refunfuñar todo el rato, me estaba prestando la pequeña escapada a Madrid. Necesitaba cambiar de aires. Un buen día.

Continuará…





Pongamos que hablo de Madrid I

2 09 2008

Por unas razones u otras siempre termino retrasando «las buenas nuevas» y acaban acumuladas en forma de borrador en mi buzón. Esta vez he decidido ponerme las pilas y contaros un poquito el fin de semana en Madrid, además de colgaros alguna que otra foto interesante que hice con mi flamante Canon.

¿Motivos de todo este acelerado viaje? Pues mi hermana comienza este Octubre un máster en la Escuela de Negocios EOI, todo un añito fuera, y había que buscarle piso. Afortunadamente, toda la movida estaba solucionada y sólo íbamos para firmar el contrato y entregar el aval. Bla-bla, bla-bla…

alacio Real de Madrid

Palacio Real de Madrid

Empecemos:

Primer problema, los retrasos. Por supuesto, quedaban cosas por preparar, bastante ropa estaba sin meter en la maleta, comida para el viaje sin freir. Y yo esperando en la entrada con mis cosas mientras mis padres danzaban sin hacer nada. Dos horas tarde nos ponemos en camino.

Mis padres charlando delante, temas de trabajo. Yo voy bastante adormilado, con las desgarradoras notas de Extremoduro atravesando mis tímpanos, cuando me doy cuenta de que vamos a atravesar El Negrón, el enorme túnel de más 4 kilómetros que divide Asturias y León. Al llegar al otro lado me pasa lo de siempre, el aire huele diferente y, hasta el Sol me parece que alumbra de extraña manera, mostrando nuevos matices.

Se me ocurre enviar mi primer sms a los que dejo atrás:

Acabo de abandonar mi querida Asturias. Espero volver con las botas puestas y todos los dientes. Nos veremos en otra vida.

Siendo dramático, como es propio en mi. Sigue el camino, sigue botando el coche. Sigo incómodo como nunca. Me noto de mal humor. No me quería ir, no tenía ninguna gana. Intento estar en buena disposición, no quiero comportarme como el típico adolescente niñato, que les jode las vacaciones a los padres para demostrar lo cabrón que es.

Llegamos a Rueda, un pequeño pueblo en el camino, en el que hacemos un alto para comer algo rápido, estirar las piernas y que mi padre despeje. En esos momentos me alegro de que mi progenitor no se acordase de que me tocaba conducir. En el típico bareto de pueblo nos comemos un plato de lomo ibérico que hace que se me caiga la baba, ¡qué rico! Una meada y para el coche. Intento hasta ser agradable y sonreir. Bueno vale, suelto de vez en cuando una bordería para demostrar que soy su hijo, que no me han cambiado por otro. Que si no, no cuela.

La verdad nos hará libres

La verdad nos hará libres

Otras 2 horas por las yermas tierras de Castilla y León, todo arena y piedras, trigo y girasoles. Echo aún más de menos mis queridas tierras verdes y siento lástima por quién tenga que vivir en ese páramo.

Y, por fin, entramos en Madrid por Puerta de Hierro, pero eso es otra historia. Mañana más.